Cosas que se me escapan

A veces de los ejercicios de redacción de castellano, sale algo diferente.
La idea era, crear y describir un nuevo instrumento. 

Si uniésemos los mangos del tenedor y el cuchillo en sentido invertido, conseguiríamos en un extremo el tenedor y por el otro el chuchillo, un dos por uno vamos. A este digamos de alguna forma, semi-nuevo objeto, se le podrían poner dos nombres de difícil elección. Por un lado tenechillo, y por el otro cuchinedor. Nunca se podría decir a ciencia cierta que es del todo un tenechillo o por lo contrario un cuchinedor. También imaginé que si eso se podía hacer, por qué no unir otro de los instrumentos más usados a la hora de comer: la cuchara.
De la misma manera, de la unión del tenedor y la cuchara surgiría la tenechara. La cuchinechara (cuchillo y cuchara) sería algo más complicado a la hora de ponerla en práctica, puesto que cuando se fuese a usar la cuchara, se tendría que coger por el lado del cuchillo, y claro… podría haber riesgos de lesión.

Pato, pato, pato, pato, pato...

Vivan los veranos Estrella Damm, ayer volví de pasar una estupenda y reposada semana en un camping de Vilanova i la Geltrú. Espero que todos estéis teniendo el vuestro :)

Mirando y revisando cosillas he encontrado el siguiente vídeo stop motion que tuve que hacer este año para la asignatura de Cultura Audiovisual. La verdad que parece simple e incluso puede que lo sea, pero editarlo me costó lo mio. Espero que os guste.

 

Tengo, tengo, tengo letras pa to

Hace de los veranos un más que ver anos. Elena ♥
Tengo tiempo, tengo ganas, tengo amor dentro de mi cama, tengo un chiste que no lo cuento pa reírme yo por dentro, tengo mucha mala leche cuando algo se me tuerce, tengo lunas, tengo soles, tengo un tío que me pone, tengo, tengo, tengo y retengo y lo que sobra me lo vendo. Y así, así, disfruto el estraperlo. Tengo un túnel y un lucero pa alumbrar lo que más quiero, tengo un nudo en los tacones y camino a trompicones, tengo chispas y jaleo si sigo tu contoneo, tengo ganas de quererte, de robarte y de timarte. Tengo, tengo, tengo, y si no me lo invento. Y teniendo lo mío así no dependo. Tengo un amor perdío y otro que está escondío, tengo mieo de lo que siento porque nunca había sentío, y me quedo encerraíta dentro de mi cuerpo, pero es que hoy ya me he cansao, y tengo ganas de moverlo, de salirme de paseo, de moverme por los bares, de volver de madrugá y cantar por soleares, de arrimarme a la gente y soltarme la melena, unas palmas y un buen vino y me monto una verbena.

Pastora, Tengo

¡A robar carteras!

Hace muchísimo que no me ponía delante de la pantalla y dejaba que mis dedos marcasen vía teclado todo lo que llevo adentro hasta el folio digital siempre echándomelo en cara.
Aún no tengo ningún seguidor, y no sé quién podría leer esto, de modo que me lo tomaré con calma e iré plasmando y ya apareceréis.
Escribo por mí, por necesidad, y como lo hago en un sitio público, obviamente también por el placer de compartir.

Ayer fue mi segundo día del año de playa, en la Barceloneta, y todo aquel que viva en alrededores sabrá que desde hace un tiempo, para ir la Ciudad Condal ha de hacer trasbordo en Sant Andreu y de allí coger el metro hasta el destino que las líneas permitan y viceversa en la vuelta a causa de las obras del AVE.
Y es en la vuelta donde está la parte que quiero manifestar. ¿A alguien le suena el tema “Carteristas”? Des de luego a mí sí, y antes de ayer, sólo por experiencia de terceros. Se puede deducir cuál es su “trabajo”, ¿no? Bien, lamentablemente hoy puedo hablar de ello en primera persona.
Sucedió en un pasillo de la Línea 1, no iba solo, me acompañaba una amiga, ―a la que curiosamente minutos antes, le había mencionado la existencia de los presuntos en esas zonas― cansados como íbamos y pendientes de no perder el metro no notamos nada, sólo pude quedarme con la sensación de un ligero movimiento en el bolsillo inferior de la mochila atrás en mi espalda, acto que consideré resultado del viento producido por el metro al ver que muy a nuestro pesar, se nos había escapado, y lo único que hice fue sin girarme, intentar alcanzar con el brazo el bolsillo el cual noté cerrado. Fue al momento cuando sentado, me di cuenta que sí estaba abierto y eché en falta la cartera. 
A partir de aquí sucedió todo muy deprisa, mi amiga y yo avisamos al primer vigilante de seguridad que encontramos, búsqueda, persecución, señoras advirtiendo el recorrido de los carteristas fugitivos ―que resultaron ser dos― y cuando los cogieron, los nervios, la incertidumbre y la eterna espera. Llegaron los “mossos”, y otras personas con trajes de ley y justicia, nos hicieron preguntas, nos pidieron la identificación que aun a falta de mi documentación podíamos ofrecer y nos contaron la situación en la que me encontraba, no podía denunciarles por falta de pruebas, pese a que uno de ellos reconociera su dedicación al “carterismo” y los pillaran corriendo al percatarse del vigilante que iba en su búsqueda.
Lo único que podía hacer es poner la denuncia del robatorio, y esperar a que dieran notificación en objetos perdidos, ya que en la mayoría de casos de carteras sin dinero como la mía, después de maldecirlas, las tiran. Dicho esto se fueron detrás del “lo sentimos pero en estas situaciones no podemos hacer nada más, adiós, llevándose a los atracadores con ellos.
¿Y cómo podíamos  volver a casa? ¿Cómo lo íbamos ha hacer con el billete de trasbordo de mi amiga caducado por el tiempo de espera, y sin nada mío? Pues por la generosidad del vigilante que estuvo allí en todo momento, y que al final nos “coló” y nos dejó dinero para el tren.

Personalmente encuentro Barcelona una ciudad preciosa por su riqueza en diversidad de personas entre otras cosas, lástima que en situaciones así se vea manchada por este tipo de ciudadanos.
Soy de los que en muchas ocasiones contemplo la gente pasar y me pregunto qué tipo de vida es la que llevaran, qué les hará felices, cuáles deben ser sus temores y penas, por qué color y género musical se decantarían o hasta cuál debe ser su olor predilecto... Cómo dice el inicio de un videoclip de Facto Delafé, Se dice que todas las personas del mundo estamos relacionadas por una cadena de no más de cinco intermediarios. Puede que no sea cierto. Pero nos gusta pensar que sí.
Aunque después de lo me pasó ayer, no me quedé con muchas ganas de encontrarme con cualquiera.

Estoy seguro que llegaran otras anécdotas esperemos menos desafortunadas, hasta entonces, ¡mucha suerte y mil ojos!